«Disfrútalo, que se pasa muy rápido»… Cuanta razón tiene esta afirmación.
No nos damos cuenta de lo fugaces que llegan a ser veinticuatro horas hasta que llega el día en el que te casas. Sí, ahora os doy la razón a todos, el día de mi boda no se pasó rápido, se pasó volando.
Todo empezó como ya os conté hace más de un año en este post. Llenamos los 365 días de distancia con muchísimo trabajo y preparativos, compaginando todos los proyectos de LalaBlu con mi propio proyecto personal y así casi sin darnos cuenta llegó el 23 de septiembre de 2017.
Tanto Borja como yo, cuando pensábamos en la boda queríamos recordar y evocar momentos de nuestra infancia, en el campo, en las huertas con nuestros abuelos, compartiendo con ellos días y días. Visitamos la finca Prados Riveros, y no tuvimos ninguna duda, al pie de la sierra de Guadarrama y con un luz especial, ¡tenía que ser allí!
Indudablemente ese día, ni yo ni nadie del equipo LalaBlu podía encargarse de estar al pie del cañón, así que deposité toda mi confianza en Jenn de Bodeando Wedding Studio que siguió todas nuestras pautas para que saliera todo perfecto.
Amaneció el sábado con neblina, pero poco a poco el sol se fue abriendo camino y con él una temperatura y una luz inmejorables. Yo no pude dormir más allá de las 06:00 de la mañana, pero daba igual, estaba muy tranquila y feliz de que por fin hubiese llegado el día de #migranbodalalablu.
En Bajobé Make Up Studio me sometí a varios tratamientos faciales donde mi piel obtuvo unos resultados magníficos gracias a las manos de Pato. Para la prueba y día de la boda, María fue quién se encargó de mi peinado y maquillaje. Desde el primer momento quise verme reflejada en las fotos y sentirme yo, por eso, elegí una trenza con diferentes trazos, y un maquillaje natural con los ojos marcados. Suena mal decirlo, pero permitidme que lo haga, ¡no me veré igual de guapa nunca!
Para los zapatos, Franjul y yo misma diseñamos juntos un modelo personalizado tanto en forma, color y tacón tomando como inspiración unos zapatos clásicos de bailes de salón (el baile de salón es una de mis pasiones). Los tonos que elegimos fueron beige arena, rosa muy tenue y para la pulsera del tobillo un bronce metalizado.
El proceso de creación de un vestido de novia es muy importante y para ello se debe elegir a un proveedor que nos aporte confianza y por eso elegí a mi amiga, la diseñadora Raquel Ferreiro. Raquel supo ver a la perfección lo yo quería, lo que me gustaba. Captó mis pensamientos y los plasmó en forma de vestido con cuerpo de crep, encaje, plumeti y falda de tul, con gran escote a la espalda y ajustado a la cintura. Un vestido que escondía algo muy especial: una personal dedicatoria a mi abuelo, bordada en el interior de mi vestido a la altura de mi corazón.
Todos mis recuerdos de la infancia siempre se sitúan en una pequeña casa en el campo, llena de arboles, hortalizas y flores, con colores y olores que guardo en mi cabeza como si no hubiese pasado un solo segundo desde aquel momento. Así se lo conté a Conchita de la Iglesia de Nicté, y me emocioné al ver como había transformado toda mi historia en forma de tocado y cinturón.
Borja eligió un traje confeccionado a medida de Mansolutely en color azul anochecer y forro cereza con nuestras iniciales y la fecha de la boda. Junto con camisa blanca, llevaba bordado el nombre de sus abuelas en el cuello, con zapatos de Crownhill también en tono cereza con pajarita y tirantes a juego de José Zambrano.
No queríamos perdernos absolutamente nada de la boda, por eso decidimos hacer una sesión first look. Un momento íntimo y a solas cargado de emotividad donde todos los nervios se evaporaron cuando nos vimos.
Antes de desplazarnos a la iglesia, Nuria y yo tuvimos unos minutos, nuestro momento a solas para mirarnos a los ojos y darnos energía. Nuria aprovechó ese instante para darme una sorpresa y entregarme un regalo inolvidable: un camafeo pintado a mano por Linker Estudio que reproducía una de las fotografías que guardo con más cariño. Un regalo cargado de emotividad y alguna que otra lágrima, acompañado por unas palabras que siempre recordaré y llevaré en mi corazón. Quiero darte las gracias, una vez más, por cruzarte en mi camino aquel mes de marzo hace ya 6 años, no podía haber tenido mejor compañera en este viaje.
Para las alianzas, quería algo creado de forma artesanal y por eso me decanté por un bastidor realizado a mano inspirado en el campo y la huerta realizado por Petit Monde.
En una pequeña localidad de la sierra de Madrid, Alameda del Valle, celebramos la ceremonia religiosa. Decorada con cestos, capazos, ramos invertidos en el interior, y en la puerta principal, una guirnalda. Para mi ramo, quería seguir rindiendo homenaje a todos esos recuerdos de la infancia a través de las flores, por eso la hierbabuena y frutos silvestres eran los predominantes. Esta decoración floral de Iglesia y ramo fue obra de Arbolande.
A la 13:00 sonaba dentro de la iglesia El Oboe de Gabriele de Ennio Morricone y con bajo su melodía empezaba la ceremonia y hasta aquí, la primera crónica de #migranbodalalablu.
Muy pronto, la segunda parte…
Texto escrito por Sara Giménez / Fotografías Jairo Crena